Basta
con analizar la degradación en el funcionamiento de la mayoría de instituciones
públicas y organismos de Gobierno, para afirmar que las reformas
constitucionales están condenadas al fracaso; además de la inconsistencia de
sus planteamientos, sobre todo ni siquiera tener bases de sentido común.
Sobre
la controversial propuesta de reforma constitucional al sector justicia abundan
todo tipo de análisis, político, jurídico, antropológico, sociológico,
filosófico e incluso económico, pero en todos brillan por su ausencia las mediciones específicas
del impacto que tales cambios tendrán sobre el bienestar de los ciudadanos guatemaltecos.
No
existe una identificación detallada de los factores que mejorarán con el
producto de las reformas, la magnitud de dichas mejoras, el tiempo que se necesitará
para alcanzar los resultados deseados, los recursos necesarios para llevarlas a
cabo, ni los beneficios que otorguen los resultados ofrecidos.
"Si
de verdad importara la mejora continua de la justicia, los promotores de estas
reformas deberían hacer un compromiso creíble por la medición de resultados.
Como mínimo deberían ser capaces de identificar la magnitud de la mejora
esperada en tiempo y espacio".
Estas
enmiendas no pasan de ser un puro discurso ideológico, un conjunto de
románticos anhelos imposibles de cumplir, decisiones idealizadas del mundo
desconectadas de la realidad, o una simple imposición de una forma particular
de concebir la justicia, como lo han planteado los ideólogos de estos cambios.
Vale
la pena recordar que la Constitución de la República de Guatemala es nuestra ley
magna, no es juguete de nadie; fue hecha por una constituyente y no se presta
para estarla manoseando por antojo de algunos sectores de la sociedad que
quisieran prebendas a su favor, sin que les importe, en mínima razón, la
población en general. Por lo tanto, no a las reformas constitucionales.
Lo más conveniente es que la Constitución vigente sea conocida por todos los guatemaltecos, sin excepción, y no siga como un privilegio de quienes estudian leyes o dizque están estudiando, porque al aplicar la Carta Magna generalmente lo hacen sesgado a sus intereses personales o de grupos. El Gobierno, por todos los medios a su alcance, debe divulgar el contenido de la Constitución.
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